En las películas de ciencia ficción todo parece como fácil y natural. El prota se levanta (legañoso él, perfecta y maquillada ella) y automáticamente salta un holograma o
una voz de lo más suave y tersa y le da al (o a la) protagonista el informe matinal perfectamente personalizado. Y luego está la realidad: Google siempre ha intentado conocernos mejor para automatizar parte de ese proceso, pero nunca lo ha logrado del todo.
Y ahí es donde entra OpenAI, que se ha propuesto cumplir la profecía del cine de Hollywood y proporcionarnos esos informes matinales personalizados. Basta con dejarle acceso al historial de chat, a nuestro Gmail —ahí es nada— y a nuestro calendario. Su nuevo servicio,
llamado ChatGPT Pulse, quiere establecer una relación mucho más personal con los usuarios y ayudarles más si les dejan. Y claro, eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
La ventaja es clara: la IA ha demostrado que resume la mar de bien. Si tiene datos específicos en la mano los
temidos errores y alucinaciones prácticamente desaparecen del todo, así que esos informes y resúmenes diarios pueden llegar a ser muy útiles. Precisamente uno de los avances de GPT-5 es que
alucina (bastante) menos. Pero claro, primero tienes que dejar que OpenAI invada tu vida (digital) privada, y eso no es fácil. Otros lo han intentado —hola, redes sociales— para que sus algoritmos se ajustasen a ti, pero nunca llegaron demasiado lejos.
Si ChatGPT Pulse acaba convenciéndonos, OpenAI tendrá en este servicio un fantástico caballo de Troya. Al confiar en su IA, puede que le permitamos que no solo resuma nuestra vida, sino que también nos haga la compra —
con Instant Checkout, que acaba de lanzarse— o, ya puestos,
publique por nosotros constantemente en redes sociales
con Sora 2. La IA sigue queriendo hacer más y más cosas por nosotros. La pregunta, por supuesto, es hasta dónde dejaremos que nos ayude.