Los chavales de la Escuela Pía de Caldes de Montbui, en Barcelona tenían un gran problema: "
llegaban a la ESO y no se les entedía la letra", decían los responsables del centro. La razón, dedujeron rápidamente, fue que durante mucho tiempo habían abrazado la digitalización de las aulas, pero por el camino se habían olvidado de enseñarles a los chicos cómo escribir en condiciones.
Hace ya más de una década que Finlandia nos trató de enseñar el futuro de la enseñanza. Uno en el que en lugar de aprender a escribir a los niños
se les enseñaba cada vez más a teclear. Las pantallas podían ser una potente herramienta para la enseñanza, se decía, y poco a poco fuimos oyendo hablar de más y más proyectos en los que cuaderno y boli eran cada vez más reemplazados por tableta y
stylus.
Pero si Finlandia nos animó a que abrazáramos las pantallas en los colegios, Suecia nos mostró que igual
aquello no era buena idea. En España ni siquiera teníamos claro si dejar que los niños
tuvieran el móvil en clase, pero hace unos meses esa ambición por digitalizar quedó totalmente atajada. Tras
el rechazo en algunos colectivos, el Gobierno de España elegió el camino de las
cero pantallas en clase.
Como bien decía mi compañero Javier Lacort
al hablar de este pendulazo educativo, el sistema educativo español tan pronto abraza las innovaciones como las rechaza con fruición después. Siete comunidades autónomas —con la Comunidad de Madrid como ejemplo
especialmente restrictivo— se preparan ya para recuperar el papel y limitar las horas frente a las pantallas. Quienes somos padres
tenemos opiniones encontradas, pero a priori una cosa parece clara.
Eso ayudará a que a nuestros niños se les entienda la letra.