China está acelerando su marcha hacia la autosuficiencia tecnológica en general y en semiconductores para coches eléctricos en particular. Lo apuntaba hace unos días el
Wall Street Journal: del 0% de hace unos años, los chips 'made in China' han pasado al 15% en sus coches. Un gran avance para un país que hasta hace poco dependía por completo de Texas Instruments, Infineon y otros gigantes occidentales. Y en el que ya se venden más eléctricos que de combustión.
Precisamente la reacción occidental ha sido la predecible: acusaciones de competencia desleal, subsidios estatales y
dumping. Estados Unidos ha abierto una investigación y Europa está en alerta. O
deeply concerned. Pero tras esa narrativa hay una realidad incómoda: Occidente está haciendo lo mismo con la
ley CHIPS de Biden y los planes europeos de
reshoring. La diferencia es que China lo hace más rápido. Y a mayor escala.
Esta "guerra de chips" puede acabar beneficiando a todos. La diversificación geográfica de la producción reduce los riesgos de suministro. La competencia china está forzando a empresas como NXP o STMicroelectronics a innovar más rápido. Y el mercado de coches eléctricos, que necesitan el doble de chips que los de combustión, deja espacio suficiente para varios jugadores.
China acabará consiguiendo la autosuficiencia en chips. La cuestión es si en Occidente aprovecharemos el momento para fortalecer nuestra propia industria en lugar de quejarnos de la competencia asiática. La presión competitiva china puede ser la chispa que prenda la renovación tecnológica occidental.
Lo dijo el CEO de Texas Instruments: el mundo puede dividirse en "China para China y no-China para no-China". Eso, o mantener una cadena de suministro global diversificada que beneficie a ambos bandos. La segunda opción parece superior. Veremos.