En 2008
Sam Altman fue uno de los invitados sopresa de Steve Jobs en la WWDC 2008. Aquel
jovencito
vestido con vaqueros y dos polos —con uno no era suficiente, parece— mostraba
una app para el iPhone que luego acabaría vendiendo por 43 millones de dólares. Nadie le prestó demasiado atención. Nadie pensaba que podría convertirse en dueño y señor de la tecnología con mayor potencial de nuestra era.
Pero en esas estamos. Con un Altman que tras cofundar OpenAI en 2015 fue poco a poco ganando batallas y deshaciéndose de antiguos aliados para tener más y más control sobre la empresa.
Quienes le acompañaron los primeros años
han acabado rindiéndose y dejando la empresa para seguir sus propios caminos. Esta semana veíamos las últimas rendiciones —entre ellas, nada menos que
la de su CTO, Mira Murai— y aunque todas esas salidas han sido "amigables" de cara al público, todo apunta a que es posible que
la intrahistoria de OpenAI sea bastante más fea.
Pero es que a esos despidos se suman otros movimientos de lo más llamativos. El primero, ese proceso que lidera Altman para recaudar nada menos que 6.500 millones de dólares y convertir a OpenAI en una empresa
tan grande como Disney o Inditex, aunque sea
vendiendo hype. Y el segundo, el potencial cambio de estructura que se está barajando en la cúpila de la empresa. Empezaron sin ánimo de lucro, pero los últimos datos apuntan a que
serán una con (mucho) lucro.
Y de lograrlo, Sam Altman probablemente se convertirá en
algo así como el Zuckerberg de la IA.
Quién lo hubiera dicho de aquel chaval vestido con dos polos.