Intel no levanta cabeza. La mítica empresa de Silicon Valley revolucionó el mundo con sus procesadores y ayudó a que el PC conquistara nuestras vidas. Durante décadas Intel parecía inmortal, pero en los últimos años no para de tomar malas decisiones. Entre ellas, la de no reaccionar a tiempo y
llegar tarde a la IA, algo que le está costando muy caro.
Pero es que hay más. La empresa dirigida por Pat Gelsinger atraviesa la peor crisis de su historia y recientemente anunció el
despido del 15% de su fuerza laboral con el objetivo de reducir costes. Por mucho que su CEO se esfuerce en corregir el rumbo, nada parece funcionar.
Su poderío como fabricante y pionero en el campo de los semiconductores quedó atrás: los problemas con sus procesos de producción han hecho que
Qualcomm, MediaTek y sobre todo
TSMC le coman la tostada. Sus fracasos a la hora de desarrollar nuevos nodos fotolitográficos avanzados
son tan llamativos que la empresa
va saltarse el nodo 20A y a acabar dependiendo parcialmente de su gran rival, el citado TSMC, para sacar adelante algunos de sus chips.
Los planes de Gelsinger pasan por
seguir reduciendo costes y
realizar desinversiones, pero quizás ante situaciones desesperadas Intel deba tomar medidas desesperadas. Algunos analistas como el reputado Ben Thompson
planteban soluciones salomónicas [Stratechery, en inglés] que Intel se divida en dos —diseño por un lado, fabricación (foundry)
por otro— y se convierta en el gran aliado de Estados Unidos para fabricar chips "nacionales".
Es una idea arriesgada y no parece que Gelsinger vaya a seguir el consejo. La pregunta es, por supuesto, si Intel logrará recuperarse de esta terrible situación. Quizás
sus nuevos Lunar Lake sean el principio de ese proceso. Crucemos dedos.